Es la última montaña,
me hinco y te miro ceñida por tu
reboso verde teñido por tus montañas, Talpa mía;
Muchas travesías en ti
coronadas;
el sol te sorprende medio dormida,
te cubres cual chiquilla con tu
sábana de blancas nubes.
El frío llega hasta mis huesos;
abandono mi paso lento, la
inercia me conduce.
¡Dios mío, sólo un paso más, sólo un paso!
Se ha terminado
el agua pero el entusiasmo mitiga mi sed.
Llego a tus aposentos cuando empiezas a despabilarte,
hueles
a guayaba, a tierra mojada, sabes a café.
Abrázame que tengo frío,
estoy cansado, me duelen los pies,
acoge mi pena y toma mi carga,
¡dame tu bendición!
Sanada mi alma,
regresar es mi promesa,
en mi corazón queda
la imagen de esa última montaña,
y en mi cuerpo las cicatrices, vestigios de mi
doloroso caminar.
Vuelvo a casa, llevando en mí tu olor a guayaba y tu sabor a
café.
Daniel Argil.
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