Talpa es un lugar que hace que vengan a mi memoria muy buenos recuerdos de mi niñez; además de ser de los que nacimos entre los años setenta y ochenta, y poder presumir que soy parte de una generación que vivíamos de libremente pero con responsabilidad, jugábamos y nos divertíamos en la calle con un horario que se respetaba a cabalidad.
Fui la parte final de la generación análoga, aquella que vio nacer lo digital, sin bolsas de aire en los autos de mis padres, y mucho menos cinturones de seguridad; podíamos beber agua de la llave, jugar fútbol con los chicos de la cuadra con esas famosas porterías de dos piedras o pedazos de ladrillos, nos organizábamos muy bien para jugar a los quemados, al bote, las cebollitas, al chichilegua y muchos juegos más que no requerían de una pantalla ni botones, era nuestro esfuerzo y astucia, y al final reconocer quién fue el mejor.
Y precisamente de esos días quiero platícales un recuerdo, el del Sr. Refugio Gil Peña, mejor conocido como “don Cuco”. Este personaje fue el tercer hijo de una familia de 8 hermanos, hijos de don Francisco Gil y doña Teresa Peña, en su juventud impartió clases en el Colegio Talpa y posteriormente decide probar suerte instalando una tienda de abarrotes, justo en el local que se encuentra en La Pila de San Rafael, lugar muy conocido por todos nosotros.
Todos los días por la mañana, cuando caminaba a clases hacia la “Escuela Miguel Hidalgo”, que en esos años era escuela exclusivamente para varones, a esa hora don Cuco ya tenía la tienda abierta y se sentaba afuerita en su silla de palma tejida, a la que le ponía una almohada, que yo creo que era para estar más cómodo. En la pared de la tienda había un pizarrón de lámina con propaganda de la Pepsi, y en el escribía con gis blanco las notas de las clases impartidas la tarde anterior, ya que don Cuco aprovechando sus conocimientos daba clases de regularización de español y matemáticas, cobrando una pequeña cuota. Eso lo hacía todas las tardes incluyendo las vacaciones, pues me acuerdo que cuando venían mis primos de Tepic y Guadalajara de vacaciones, también les tocaba asistir junto con muchos chicos del pueblo.
Cuando llegaba don Cuco por la tarde a la tienda, se encontraba a muchos muchachos sentados alrededor de la pila esperando su turno, ya las clases se impartían por grado escolar. Recuerdo que antes de sentarme a esperar mi turno, entraba rápidamente a la tienda y le pedía a don Cuco un tostón de galletas de chocolate con vainilla, él con mucha agilidad hacía un cono de papel de estraza, abría el frasco de vidrio y tapa de lámina que guardaba las deliciosas galletas.
Me sentaba en la pila a saborear mis galletas y observaba a los niños que estaban tomando clase en ese momento. A don Cuco siempre le gusto el silencio y la buena disciplina, así que a los mal portados les daba su jalón de orejas y el famoso “coscorrón”, y recuerdo que nunca faltaba el metiche de los que estebábamos sentados en la pila que gritaba ¡BOLAS DON CUCO! En el preciso instante que don Cuco soltaba el golpe. Casi al instante escuchábamos las risas que se silenciaban rápidamente por temor a que les tocara el coscorrón también a ellos.
Había quienes ya eran clientes recurrentes de esos famosos coscorrones, y si me acuerdo de muchos nombres, pero no los voy a mencionar para no herir los sentimientos de alguien.
Así fue es como quedó este dicho en la memoria colectiva de los talpenses y algunas otras partes.
Esto fue cierto, y si dudas de la veracidad de mis palabras puedes preguntar a la familia Gil de los famosos “Tacos Gorupo’s” y a muchos otros que vivieron esa bella época no tan digital.
Y seguiré recordando y compartiendo bellas vivencias de mi niñez que goce en mi querido Talpa.
me siento bendecida de ser parte de esa generacion de alumnos de don cuco
ResponderEliminarPues mi abuelo nacio en 1915 y desde que me acuerdo como en los 70s y 80s el ya decia esa frase no se si sea de mucho antes entonces la frase de bolas din cuco mas nunca le pregunte el significado ni donde la eschucho el
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