Los Indios de La Parota


Esta historia comienza en el año de 1944, cuando los devotos a la Virgen de Talpa celebraban trescientos años del milagro de la renovación.
Para esto el Ordinario diocesano emite un edicto en el que habla de esta grandiosa conmemoración y propone, entre otros asuntos, proclamar a la Santísima Virgen de Talpa patrona de la diócesis de Tepic, aunque la diócesis por formar parte de la República Mexicana estaba bajo el patrocinio de la Virgen María de Guadalupe, patrona primaria de la Nación Mexicana, la diócesis nayarita carecía de su propio patrono. (Historia de Nuestra Señora del Rosario de Talpa, Cuarta Edición, pág. 454).
Esta propuesta fue bien recibida por el clero, los habitantes de Talpa y los demás pueblos pertenecientes al obispado nayarita, quienes el día 15 de octubre de ese mismo año apoyaron por votación pública la propuesta diocesana. Tras una larga espera y de algunos trámites ante el Vaticano, además de la valiosísima intervención de Monseñor Gregorio Araiza en Roma, es concedida la petición el 10 de diciembre de 1948, y el día último de febrero de 1949 la noticia es dada a conocer a la diócesis, quien a su vez informa vía telegráfica a Talpa: Recibióse ayer rescripto concediendo diócesis patronato Virgen Santísima Talpa, repique a vuelo, convoque fieles, rece rosario, pasado mañana cante misa acción de gracias. Tedéum. Marzo primero de 1949. (Historia de Nuestra Señora del Rosario de Talpa, Cuarta Edición, pág. 457).
Después de haber recibido el breve pontificio, se organizó todo lo necesario para hacer oficial el patronato.
Para magna celebración se fijó el doce de mayo, mismo día en que la Santísima fuera coronada en 1923.
Se promovió dicho evento por todo el territorio de la diócesis. Entonces, alguien del clero, bien intencionado, propone que, como se trataba de un acto que involucraba a la diócesis de Tepic, y que además esta estaba festejando cincuenta años de haber sido creada, porque no se trasladaba a la Santísima imagen a la catedral de Tepic, (la original, no la copia) y que allí se verificara el juramento del patronato y después regresarla a Talpa. También surgió la idea de llevarla a la Catedral Metropolitana de Guadalajara para que se reuniera con sus dos hermanas, la Virgen de San Juan de los Lagos y Nuestra Señora de Zapopan.
Estos son los motivos que dan origen a esta historia, de la cual expongo dos versiones, el lector decide con cual se queda.

Padre Manuel Carrillo Dueñas

El padre Manuel Carrillo en su libro “Historia de Nuestra Señora del Rosario de Talpa” nos menciona lo que significó para la iglesia la oposición de este grupo, a quienes nunca llamó “los Indios de La Parota”, se limitó a comentar de ellos lo siguiente:
Sólo se opuso a él una parte, un sector del pueblo de Talpa, lo criticó acremente y echó mano de cuantos medios estuvieron a su alcance para impedir que llegara a realizarse, sin que faltaran las amenazas, los anónimos y los injustos ataques al clero que deseaba realizarlo.
Conociendo el prelado nayarita tan marcada y tenaz oposición prefirió, con toda prudencia, desistir del proyecto. [...]
“En honor de la verdad y de la justicia que exige la historia serena e imparcial, debo consignar con toda claridad, que no fue todo el pueblo quien puso una mancha tan indigna y negra en una página tan gloriosa de la historia de Talpa, no fueron todos, fue un sector en el que, como injustamente se queja el Emo. Prelado, dominaron la incomprensión y el egoísmo: fue un grupo de personas que prefirió su capricho a la voluntad justa de tantos devotos de la madre querida y de su pastor diocesano, del cielo y del pueblo de la diócesis que lo pedían; un sector prefirió defender su interés malsano a herir el alma del Prelado, de los sacerdotes y de tantas almas que ama entrañablemente a la bendita madre, privó a la Taumaturga imagen de un viaje triunfal por los pueblos que son suyos y le pertenecen y dejó este amargo recuerdo en la historia de un hecho tan glorioso, como es la proclamación del reinado de la Santísima Virgen sobre sus hijos”.
Cuando se perdió toda esperanza de poder verificar la proclamación del patronato en la Iglesia Matriz nayarita, se buscó la forma de hacerlo, de la manera más digna en la Sta. Basílica de Talpa.


Maestro Miguel Ceja Aguilar

Voy a tratar de recordar cómo sucedieron los hechos dado que han pasado muchos años y muchas cosas se olvidan, las fechas exactas las omitiré porque en realidad no las recuerdo, posiblemente si busco entre los escritos que me dejó mi padre las encuentre, pues todo lo guardo con mucho celo, están dirigidos a las autoridades eclesiásticas en todos los rangos.
Hay que recordar que el viejo Talpa estaba dividido en dos barrios: el Barrio Alto llamado también de Los Indios y El barrio Bajo. Los del Barrio Alto se sentían, por así decirlo, como los dueños de la Santísima Virgen porque en dicho barrio ocurrió el milagro de la renovación y en un principio ellos eran los encargados del aseo de la capilla, de los festejos, de las organizaciones etc. en una palabra, tomaban las decisiones y fueron muy aceptados y respetados porque se miraba en ellos su profundo amor y devoción a la imagen, su religiosidad no daba cabida ni se prestaban a cosas que mancharan la dignidad y el respeto a tan  gran señora, basta recordar que en un principio el culto consistía en rezar tres rosarios al día y los cuales eran siempre muy concurridos.  Poco a poco y con el tiempo fue surgiendo de este barrio un grupo de varones que se identificaron y unieron sus ideas lo cual permitió organizarse para conservar celosamente la imagen de la Santísima Virgen y su patrimonio.
Los nombres de algunas de esas personas que recuerdo son: don Isaac Hernández Portillo, a quien apodaban “El Tapatío” y que trabajó como campanero de la basílica por 35 años, don Ramón Jiménez y mi padre don José Ceja López.  Eran personas analfabetas, pero entre ellos, don Isaac era el más preparado puesto que sabía muy bien redactar y escribir, además de tener una excelente letra. Mi padre, no sabía ni leer ni escribir pero tenía un gran don, diferenciaba bien los escritos al grado tal, que sabía perfectamente  distinguirlos sin equivocarse, quien los mandaba y de dónde venían y hasta las fechas, bastaba con que se los leyeran, fue un líder y lo digo así con orgullo, porque quienes conocen el teje y maneje de cómo surgió la comunidad agraria se darán cuenta, que él organizo y formó la COMUNIDAD INDIGENA DE TALPA agrupando 180 miembros  luchando infatigablemente por obtener la resolución de la restitución de las tierras comunales que comprendía el astillero nacional del pueblo el cual se encuentra marcado en el plano proyecto de dotación parcial en el titulo librado por la vía de venta a favor de los Indios de la República del pueblo de Talpa partido de Guachinango que a través de estudios topográficos y censos ordenados por la secretaria agraria y un sinnúmero de ordenamientos girados a diferentes dependencias del gobierno estatal y municipal los disimularon e hicieron caso omiso y con sobrada razón, ya que el cacicazgo en ese tiempo estaba en su apogeo y eran tremendos y capaces de todo.
Aunque el tiempo ya pasó, guardo con respeto y admiración toda la documentación que los amparaba desde el Título de propiedad, como el sello de la comunidad, Oficios y demás etc., mismos que pudieron haber hecho realidad lo que muchos campesinos desearon obtener, la tierra para cultivarla, pero que por desgracia la ambición, la mala voluntad y el egoísmo de unos cuantos bribones, quitaron la oportunidad de disfrutar y aprovechar a lo que también ellos tenían derecho.
Luego, vino un momento de tensión y preocupación en la historia de nuestro pueblo ya que la Diócesis se preparaba para celebrar los 50 años de su creación, además también recién se había creado el Patronato de la Santísima Virgen, no faltó por ahí la ocurrencia de alguien que propuso celebrar llevando la Imagen de Nuestra Señora del Rosario de Talpa a Tepic, en este caso, la original, y la creyeron muy fácil, pero no fue así.
Llegó a Talpa una comitiva bien preparada que traía hasta un Notario Público para sustentar los acuerdos a los que se llegara, siendo el presbiterio el lugar para presidir la reunión. Entonces, se acomodó un escritorio y lo necesario, además se convocó al pueblo  por la tarde. Desde luego que la noticia de que se querían llevar a la virgen se difundió rápidamente, lo que alarmó al pueblo a tal grado que en pocos momentos estaba la basílica prácticamente llena. Al iniciar la tan esperada reunión tomó la palabra un clérigo que venía comisionado exprofeso en la comitiva a tratar este asunto y  explicó las razones y los motivos de su visita, pero la gente no esperó ni toleró, fue cuando surgió la figura de don Isaac, quien valientemente subió al presbiterio y pidió permiso para hacer uso del micrófono y dijo: SEÑORES, DE CUANDO ACA SE HA VISTO QUE LAS IMÁGENES ORIGINALES SALGAN DE SUS LUGARES CON TANTA FACILIDAD, PUES SI FUERA ASI, PUDIERAMOS SOLICITARLE AL ARZOBISPO DE MEXICO QUE NOS PRESTARA EL AYATE DE GUADALUPE, AL CARDENAL LA VIRGEN DE ZAPOPAN O A LA DIOCESIS DE SAN JUAN LA DE SAN JUAN DE LOS LAGOS, PERO YO NO SOY NADIE PARA DECIDIRLO, y dirigiendo sus dos manos a la gente les dice: ES EL PUEBLO EL QUE TIENEN LA PALABRA;  en ese momento el estrépito del ruido de las bancas y el murmullo de la gente inundó la basílica y la situación se tornó muy difícil porque por todos lados se escuchaba, ¡váyanse, lárguense o quieren que se derrame sangre!, con esto la comitiva se asustó tanto que se esfumó, entonces, alguien calmó los ánimos diciendo ¡no pasa nada, calma, calma, no va a pasar nada! El alboroto continuó y el rumor se extendió al grado que hubo personas que salieron armadas con palos y machetes para hacerles frente.
Pero no todo quedo así, siguió la duda y la desconfianza en el pueblo, pues pensaban que tal vez por noche o la madrugada se podían llevar la imagen, así que se reunieron don Isaac, don Otón Valencia, Lorenzo Rosas, don Isidro Jiménez, don Celso Suárez, mi padre, los miembros de la comunidad indígena y la gente del pueblo, para que organizarse y velar los alrededores de la basílica, esto se hizo durante dos meses con muy buena respuesta. Este hecho incomodó al Señor Cura don Antonio Corona Ramírez quien mando llamar a don Isaac y a mi padre fijándoles el lugar, día y hora para entablar con ellos un diálogo, y así se hizo, el padre Corona pidió perdón por el incidente y les suplicó que suspendieran las guardias, y les dio su palabra de honor de que no pasaría nada; incluso mencionó don Isaac que el señor cura dijo que si era necesario se les hincaba, don Isaac no se lo permitió, pero si le dijo que confiaba en él y que nunca lo volviera hacer .
Así sucedieron las cosas.
Quiero aprovechar el momento, para honrar con este relato a esos  hombres que demostraron amar a mi tierra, a la que añoro ver como la conocí y la viví, y que no dudaron en arriesgarse en tiempos difíciles y a pesar de todo sacaron su casta, pretendiendo con esto darnos ejemplo de cómo debemos defender y cuidar lo nuestro.


Comentarios

  1. La imagen que aparece en la parte superior de que año.es aprox, yo tengo una igual

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