Caminante soy


Caminante soy, caminante de un camino compartido y a la vez muy mío. Camino de interminables rezos y oscuros silencios.
Camino de ánimas y muertos en vida que mueren su ayer y viven sus penas. Camino de culpas y lágrimas ácidas que mezcladas con la tierra de los pasos crean rocas más pesadas que las penas. Camino de muchos motivos y un solo destino, camino de muchos sentidos fluyendo por la misma cuenca erosionada que me aprisiona y me exige seguirla, sólo la muerte o la vulgar cobardía permiten claudicar.
Cada nuevo paso es más pesado que el que ha quedo olvidado atrás, tal vez por las llagas o por la fatiga, pasos que siento como un látigo macerando mis penas, desgarrando mi carne; otro paso más y la ropa me roza, me irrita, mi piel sede y se infecta, supura, castiga, pasos que son mi pasaje a la expiación. Me acurruco bajo el muro de la montaña a lamer mis heridas, a llorar como un crio desamparado, a lamentar la ausencia, a gritar ¡me duele!



Al inicio de este viaje la esperanza y yo éramos uno, pero hoy su sombra y amparo me han abandono, o tal vez sus pasos son más largos o quizá quiere que sienta su ausencia, se asegura de ser tan necesaria como el agua que ya empieza a escasear. La siento muy lejana y empiezo a maldecir, la extraño, necesito su cobijo, su abrazo.
En este oscuro instante, con el rostro por el polvo pintado, me hinco y dirigiendo mi borrosa mirada al firmamento imploro por una luz que cual faro me guie por el camino del perdón.
Caminante soy, caminante de un camino compartido y la vez muy mío.

Peregrino soy, peregrino de un camino de muchos motivos y un solo destino: Talpa.

Daniel Argil Ramírez


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