El amigo que vino a despedirse de la virgen o a “recoger” sus pasos


Talpa y su “Virgen del Rosario”, tienen muchas historias increíbles, y para bien o para mal, una de esas historias extrañas, me sucedió a mí, de la siguiente manera: Resulta que durante un buen tiempo, queriendo seguir de cerca y ser testigo de los procesos culturales de los danzantes y su fervor religioso, aparte por el gusto y la admiración que siempre le he tenido a estos hombres y mujeres, forme parte de una cuadrilla de danzantes muy famosa en Coquimatlán, cuadrilla mejor conocida como la del “homenaje al Don” o la del “Chaparro”, buen amigo y excelente “pitero”, quien por muchos años ha continuado con la tradición que le dejo su abuelo, “El Don” quien fue y sigue siendo muy reconocido en muchísimos lugares por su gran aporte a la tradición de la danza popular y religiosa, sobretodo del municipio “chigüilinero” (así se les llama a las personas de Coquimatlán, Colima); La cosa es que me enrole en la danza como “diablo” o lo que en Coquimatlán se conoce como “Changoleón”, así anduve por un buen rato, por colonias y comunidades de Colima, hasta que, para no hacerles el cuento largo, nos tocó, como toda buena cuadrilla de danzantes debe de hacer al menos una vez al año, ir a danzar en honor de la “virgencita de Talpa”, así que para allá nos fuimos: Los niños, las niñas, los jóvenes, las señoras y los señores que componían este bonito y unido grupo de danzantes, salimos en la madrugada, y ya amaneciendo, después de seis horas de viaje, al fin llegamos a Talpa, nos tomamos un atolito y un tamalito mientras abrían el santuario, y cuando por fin a las siete de la mañana fue abierto, comenzó nuestra ofrenda dancística y de fe, ahí estuvimos bailando por más de dos horas, muy contentos y con gran devoción; Después de ello, y de una que otra foto que algunos turistas en caza de un “souvenir” nos pidieron, cada quien tomo su rumbo para pasear según sus intereses, en mi caso, me dirigí de nuevo hacia el santuario de la virgen, al llegar a su enorme puerta, me detuve en seco, porque precisamente, saliendo del templo, mi mirada se topó con un buen amigo que hacía muchos años no veía, y me dio mucho gusto, porque incluso, yo estuve viviendo un tiempo en su casa, con su familia, pero por cuestiones de la vida y de la economía, ellos se tuvieron que ir a los Estados Unidos; cabe mencionar, que dicho amigo, del cual su nombre era Emilio, era un ferviente creyente de la “virgencita milagrosa” como el la llamaba, por ello, pensando que recién había llegado del “norte”, se me hizo muy normal encontrármelo en la iglesia de Talpa, al verlo, lleno de gusto y alegría fui a saludarle y a darle un caluroso abrazo:– ¡Hola Emilio!... ¿Cómo estas carnal?...
–Bien… Acá andamos…
– ¡Pero cuéntame que has hecho púes!...
–No… Hoy no, tengo prisa… Debo irme…
– ¡Pero dime!... ¿Ya estás en tu casa de la Albarrada?...
Sin decirme más, y debido a que mucha gente que se internaba en el santuario se interpuso entre nosotros, Emilio se fue alejando de mí, perdiéndose entre el mar de gente, no sin antes decirme:
– ¡Búscame en la casa!!... ¡Ve a buscarme!...
Así, después de un rato, la cuadrilla de danzantes, abordamos nuestro autobús y regresamos a Coquimatlan, yo, durante todo el trayecto, no pude evitar pensar una y otra vez en mi amigo Emilio… Al otro día, sin poder aguantarme más las ganas de platicar con Emilio, fui a su casa en la Albarrada, al llegar, me encontré un moño negro colgado encima de la puerta, toque y salió su hermana, quien tenía los ojos hinchados y rojos, al verme me abrazo y me pregunto:
– ¿Ya sabes que le paso al Emilio?... Lo mataron ayer en la mañana allá en el “otro lado”, yo al rato me voy para allá, pues ahí lo van a enterrar…

Abrazándola, consolándola y mirando su dolor, ya no quise comentarle nada…. Y si, tiene usted mucha razón, los abuelos dicen que cuando estas cosas suceden, es porque los difuntos, vinieron a “recoger sus pasos”… No agrego nada más, así fue como me sucedió…

Comentarios