Extraño viejito que se aparece


Esta historia, me la relato un muy buen amigo de la Villa, que en otras ocasiones ya nos ha compartido otras interesantes leyendas, hablo del buen Luis Jorge Díaz Álvarez, quien desde hace ya bastante tiempo, en compañía de familiares y amigos, realiza su peregrinación anual, a pie, a Talpa como muchos de los habitantes de la Villa; La cosa es que, precisamente en una de esas peregrinaciones, a su señor padre, le sucedió la siguiente historia:
Bueno, esto a mí me lo platicó mi señor padre. Nosotros tenemos la costumbre de año con año ir caminando en peregrinación a visitar a la milagrosa virgen de Talpa, nos juntamos varias personas de la Villa, y nos preparamos durante meses para ir a agradecer o pagar nuestra manda a pie, entre cerros y montes, bajo el sol y las inclemencias del tiempo, y siempre lo hacemos gustosos pues es la forma de demostrar nuestra fe… La cosa es que me relata mi señor padre, quien lleva esta tradición desde ya hace varios años, que en la segunda o tercera vez que fue a Talpa, vio a medio camino, entre lo mero empinado de la cuesta de un cerro, a un viejito que trastabillando y con la cara llena de sudor y cansancio, iba cargando una gran cruz de madera, iba solito, nadie más lo acompañaba ni se miraba que fuera parte de una peregrinación más grande, pues no venía nadie adelante ni detrás de él… Contaba mi padre que mirar al viejito resultaba muy lastimero, pues no llevaba huaraches, por lo que tenía los pies agrietados y sangrantes de tantas piedras y espinas de los caminos, por ello, mi padre al verlo sudoroso y cansado lo saludo y le ofreció un trago del agua que llevaba en su “bule”, el señor acepto y bebió con ganas, después siguió su camino; Mientras tanto, la peregrinación de mi padre, decidió que al llegar al pueblo más próximo, se detendrían a cenar y descansar. Esto paso el segundo día de la enorme y larga peregrinación… Al día siguiente, tercer día del recorrido, tenían que avanzarle desde el poblado de “Amacuestla” hasta un lugar que se llama “Los Patos”, así que tenían que caminar todo el día, desde las cuatro de la mañana; todos los que alguna vez han realizado la peregrinación, coinciden que ese tramo es bien difícil caminarlo ¡porque está bien pedregoso!, primero pasas por “sandilleras”, después por donde producen trigo y ya después es ¡puro cerro! ¡No hay por donde subirse de forma cómoda!... Pues la cosa es que, aun en ese difícil tramo, dice mi papá que les toco ver de nuevo al viejito con la cruz ¡tres veces a lo largo del día!, siempre caminando con la cruz en las manos. Hasta ahí no habría nada de malo, pero lo que se les hacía raro al grupo de peregrinos de mi papá, era que las tres veces que vieron al viejito era porque ¡los arrebasaba y llegaba primero que ellos a los pueblos o a los parajes de descanso! y es que al inicio del camino, al encontrarse con el anciano, siempre lo largaban, lo pasaban y lo dejaban tan lejos que se les perdía de vista en la lejanía ¡y es que imagínense! sí ir cargando una mochila es pesado, ahora una cruz de madera, ¡pues muchísimo más! El asunto era que dejaban atrás al viejito, pero después de un rato, lo volvían a encontrar delante de ellos, así que de nuevo lo alcanzaban, lo arrebasaban, y al rato, ¡de nueva cuenta se lo encontraban adelante con todo y su cruz!; y pues la verdad era que mi papá y sus compañeros no se explicaban como pasaba eso, pues el camino por donde iban, es el único trayecto hacia Talpa, era el único camino que durante décadas han caminado los peregrinos, pues es el más accesible para llegar. Además, cosa también rara, el viejito aquel no llevaba víveres, mochila, ni ninguna bolsa donde uno dijera que guardaba comida o agua… ¡Que raro!, pensaba mi padre, pero como cada quien anda siempre ensimismado y ocupado en su caminar y su cansancio, pues como que no le puso mucho aprecio a la situación... Y pues así, caminando “pian pianito”, llegaron a un lugar en donde está un río y una parota grandísima, lugar donde normalmente llegan los peregrinos de Comala a descansar, en ese preciso lugar, se encontraron al viejito, ellos se sentaron a descansar y el viejito pasó y los saludó, pero no se detuvo, siguió adelante, pero no paso un largo rato para que le dieran alcance y lo arrrebasaran, ahí lo largaron al pobre señor, lo canijo, fue que ya después de subir la cuesta de un cerro, al querer descansar bajo unos árboles en un “clarito”, ahí mero se encontraron de nuevo con que el viejito ya estaba comiendo, ¡calentando unas gordas bien a gusto en una fogata, ellos se extrañaron bastante, pero como estaban tan cansado pues no les importo, así que después de un buen rato de descanso siguieron todos su camino, menos el viejito, quien se quedó bien “arremangado” bajo la sombra de un gran “Capire”, durmiendo la mona, y, aunque usted no lo crea, resulta que muchos kilómetros más adelante, ya en la entrada del pueblito donde iba a pernoctar y a cenar la peregrinación, ¡¿ qué creen?!... pues que sentado muy a gusto y tomándose una canelita, estaba el viejillo aquel con la cruz de madera a un lado, al verlo, todos los peregrinos comenzaron a decir:
–Ah mira ese viejito, volvió a llegar primero… ¡Pós como nos ganó!...
Así, sorprendidos, estuvieron haciéndose de una y mil ideas para explicarse por qué el viejito llegaba primero… Hasta que después de un rato, uno de los peregrinos, más en son de broma que en serio, comentó:
–Oigan… ¿y no será una de esas mentadas animas, uno de esos “dizque peregrinos fantasmas que cuentan que abundan por acá?...
Al escuchar esto, cuenta mi papá que se quedaron mirando unos a otros sin decir nada, y así, uno a uno, pretextando una y mil cosas, se fueron marchando a dormir en la camioneta que los llevaba, y es que, ¿Quién quiere realmente pensar en que durante varios días tal vez estuviste mirando, hablando y rozándote con un ánima, un fantasma, o quien sabe Dios qué cosa?... Y es que como cuenta mi padre y mucha gente más, por esos caminos de Dios, que llevan a Talpa, muchas personas, en busca de cumplir su manda o refrendar su fe, han terminado sus días entre los colmillos de algunos animales feroces, otros asaltados, o simple y sencillamente, pues por que ya les tocaba… Lo único bueno de esta historia, según mi padre, es que durante los días siguientes que tardaron en llegar a Talpa, ya no se volvieron a topar al viejito, bueno, a ese no, pero a otros muchos sí, pero los peregrinos de la Villa ¡ya no quisieron averiguar nada más!!...

Lo que sí, es que después de aquella experiencia, de regreso a Colima y platicando este suceso con más gente, resulto que a muchas personas de la Villa, ya le ha pasado algo similar, que se encuentran a gente que ya falleció y que murieron debiendo mandas a la virgen milagrosa de Talpa de Allende, y que por eso afirman como mi papá que: ¡de que hay gente que se aparece en los caminos, hay!

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