Cárcel de burros

Por Jano y Gera.
A principio de los 80 yo tendría alrededor de 10 años, todo era muy diferente, y no crean que todo se veía en blanco y negro, me refiero a que para nosotros todo era más bello, más libre, y de verdad más colorido; la gente y el pueblo cambiaron, la arquitectura y muchas costumbres también.
Podíamos andar en la calle sin ningún peligro, había pocas cosas de las que nos preocupábamos, sólo teníamos que ir a la escuela y vagar por el pueblo y sus alrededores.
Por ese entonces creo que Talpa sufría de una sobrepoblación de burros, tantos que, pululaban sin control por las calles haciendo travesuras, regando la basura y destrozando las jardineras de la plaza.
Las autoridades tomaron una decisión, meterían a la cárcel a todos los burros que vagaran por el pueblo, y si sus dueños querían recuperarlos tendrían que pagar la suma de diez pesos.
En una ocasión de regreso de la laguna de La Alameda, después de una nutrida pesca nos detuvimos en la esquina de la 23 de junio y la Juárez para repartirnos entre 5 chamacos los cuatro pequeños peces, producto de nuestra aventura. En eso escuchamos una voz aguardientosa que decía: ¿A dónde vas compadre? Ven a comerte una jícama. Y mientras repartíamos el botín no pudimos evitar escuchar la plática. -Fíjate compadre que voy a la cárcel de burros, dicen que ahí retacaron a mi burro. No sé cómo le hizo el muy canijo brincarse la cerca de piedra, dice mi comadre Chona que nomás de un de repente escuchó un rebuznido y cuando se asomó el animal iba hecho la mocha detrás de una burra.
Jajaja, se reía el de la voz aguardientosa -¡Ahora vas tener que pagar los 10 pesotes para sacarlo del bote! Hace rato pasaron el Chepón y el Balbino con el burro de Avelino que estaba en la plaza haciendo desmanes, y dicen que ya van varios que meten hoy.
¡Vamos a ver al burro encarcelado! Les dije a mis amigos, dejamos las bicicletas tiradas en la esquina y corrimos a la cárcel de burros, a escasos 40 metros de allí, en donde está ahora el DIF. Un portón de tablones como de 20 centímetros de ancho y afuera un letrero mal parado que decía: CÁRCEL DE BURROS. Al acercarnos se asomó uno de los detenidos, como pidiendo que le ayudáramos a escapar.
Esta fue la única manera que las autoridades de Talpa de aquel entonces lograron controlar la plaga de burros.

Comentarios