Don Porfirio Díaz en Talpa

Por: Daniel Argil.

Sin duda hemos escuchado o leído sobre nuestro personaje en cuestión, quizá cosas buenas y otras no tanto, aunque en esta ocasión nos centraremos en su estadía por la zona occidente del país. He hecho una pequeña investigación sobre don Porfirio Díaz, el héroe de la Batalla de Puebla del 5 de mayo de 1862 y al que podemos dar el crédito de haber vencido y expulsado definitivamente a los franceses el 2 de abril 1867.

En el Talpa se cuentan muchas historias, que con el tiempo se han vuelto leyendas, de quien se dice estuvo oculto por estas, y a quien se le atribuyen algunos amoríos y hasta descendencia.

Tamayo L. Jorge, en Escritos juaristas, Tomo IV, México, 1981 nos dice lo siguiente: Díaz se levantó en armas contra Juárez, y a mediados de 1872, estuvo a punto de entrar a la Ciudad de México pero fue derrotado por Sóstenes Rocha. Después de esto, el general huyó rumbo a Nueva York en un barco inglés de nombre “Corsica”, el primero de febrero.

Después de un mes, acompañado del general Galván, cruzaron el continente en ferrocarril y en San Francisco California, se embarcaron para Manzanillo, donde lograron desembarcar en forma clandestina, dirigiéndose hacia el centro del estado de Jalisco. Se dice que viajaba por esta región disfrazado de carbonero.

Por esas épocas anduvo “a salto de mata” de un lugar a otro, y casi siempre disfrazado; arte para el cual tenía mucha habilidad, el que mejoró tras de tantas fugas y destierros que realizó, incluso al grado de haber fallecido en Europa, en lo que fue su última huida o destierro. Se dice que en una ocasión el ejército se enteró de su ubicación y salió del pueblo escondido en las entrañas de un caballo muerto.

Son varios los pueblos de la región que reclaman la presencia de Porfirio, entre ellos Chamela, El Tuito, Ameca y por supuesto Talpa, en donde se dice que se escondía bajo el oficio de fundidor de campanas, arte que conocía muy bien, pues durante 1869 y 1870, Díaz vivió en “La Noria”, hacienda que le fue dada por el gobierno de Juárez, por sus servicios a la nación en distintas guerras; además de la agricultura, allí fundía cañones, elaboraba pólvora y municiones que vendía a la milicia. En ese lugar redactó el “Plan de La Noria”.

En Ameca, a sus 41 años redacta lo que se conoce como el “Plan Ameca” elaborado para complementar el “Plan de la Noria”, según las propias palabras del general. Entre las frases que escribe está la siguiente: “que ningún ciudadano se imponga y perpetúe en el ejercicio del poder”, estatuto que violó flagrantemente en sus más de treinta años que se mantuvo en el poder.

Allí Díaz es acogido en la casa del señor Eustaquio Arias. Se cuenta que en una ocasión el general se levantó muy temprano, la esposa de Eustaquio hacia el aseo de la casa – que también era mesón – y viendo que don Porfirio sólo se paseaba de un lado para otro del corredor y creyendo la señora que este era un peón del general Galván, le pidió que si le barría el corral y los establos, cosa que no dudó y se puso a hacerlo; ignorando lo que pasaba en su casa, el señor Eustaquio entró al corral, y su sorpresa fue que encontró al general Porfirio Díaz, atareado, barriéndole a las vacas y caballos; tras esto, el señor le ofreció una disculpa.

Después de estar durante 4 días en ese lugar, el señor Eustaquio Arias fue el “contacto” que habría de guiarlo de Ameca a Talpa, para de aquí, llegar a Nayarit. Aquí en Talpa permanece una o dos semanas, continuando luego hacia Tepic. En esas tierras, andaba Manuel Lozada “El Tigre de Alica”, que traía en jaque a las tropas del gobierno, y que indudablemente Porfirio Díaz lo quería en sus filas.

Ya siendo Presidente de la República, Porfirio regresó a Ameca a inaugurar la ruta del ferrocarril Guadalajara - Ameca, el 6 de diciembre de 1896, y encontrándose en la comida que le ofreció la familia Cañedo en una finca ubicada en calle Morelos en el centro de la ciudad de Ameca, empezó a buscar con la mirada al señor Eustaquio Arias, y al ver que no se encontraba, mandó que lo trajeran para poder dar inicio a la comida, y una vez que se hizo presente esta persona, le agradeció públicamente el favor que le había hecho hace 24 años atrás, al estar de paso en esa ciudad, siendo aún un guerrillero.

Como era costumbre, Porfirio Díaz sabía agradecer siempre todos los favores que recibía, por eso nombró a don Eustaquio Arias jefe de la oficina de correos.

Por todo esto, no es de sorprendernos que el general conociera muy bien la región y además había mucha gente que le debía favores y estaban dispuestos a ayudarle a ocultarse y sin olvidarnos que la tendencia de la mayoría de talpenses pudientes de la época era liberal.

Lo cierto es que Don Porfirio tenía sus propios intereses en esta región. En Chapala tuvo una finca de verano, también practicaba la cacería por esta sierra, y por las amistades que tenía, logro que la legislatura de Jalisco propusiera su reelección en 1888.

Huir y esconderse, era algo particular en el general, lo hizo en 1863 al ser capturado por franceses, y después en Oaxaca en 1865 al ser apresado por el mariscal Aquiles Bazaine. Era audaz y escurridizo.

El padre Manuel Carrillo en su libro “Historia de Nuestra Señora del Rosario de Talpa” dice: que en 1871 el general Díaz se lanzó a la guerra sin buenos resultados, pues fue derrotado por el general Alatorre. Porfirio dejó la ciudad de México huyendo hacia Acapulco custodiado por cien hombres, allí se embarcó hacia Chamela en el barco “El Sonora”. Al desembarcar anduvo algunos días por las rancherías de Tomatlán. De alguna forma hizo contacto con los Labastida, los que tiempo antes se habían revelado contra el gobierno y que fueron derrotados por el general Ramón Corona, y que para ese entonces estaban apostados en Talpa. En este lugar se gozaba de cierta paz y además los talpenses eran de tendencia liberal, por lo que Porfirio se trasladó hasta disfrazado de fundidor de campanas. Fue recibido por el señor Crescencio Palomera.

Se dice que Díaz se paseaba libremente por el pueblo acompañado del general Labastida; a los talpenses se les hacía extraño ver como un general de la talla de Labastida, le hiciera tantas caravanas y le mostrara tantas atenciones a un fundidor.

De aquí envió dos cartas al “Tigre de Alica” sin que recibiera respuesta de este.

Después de algunas semanas Porfirio salió hacia Chamela, donde se embarcó rumbo a San Blas, Nayarit, estuvo en Tepic, luego en Sinaloa para después regresar a México.

Aún no he podido ubicar las fuentes del padre Carrillo para corroborar la información.

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